18 de abril de 1992
Hospital Civil de Málaga
Una estúpida caída, nada elegante, y una pérdida de sentido. No recuerdo nada, lo que vi al despertar fue mi habitación de hospital, donde llevo postrada dos días, según los médicos y mi madre.
Todo normal, todo lógico, estas cosas pasan.
Si no fuera porque tengo un hambre voraz, que hace arder la piel, las pupilas dilatadas, y tan solo acercar la comida a la cama me hace vomitar durante horas.
Vomitar sangre. Sangre que no puedo dejar de mirar mientras las enfermeras la limpian a toda velocidad.
No sé que me está pasando. Mi madre no se despega de mi lado, pero tampoco se acerca demasiado, el dolor hace que me ponga terriblemente violenta, y golpeo y muerdo a todo el que se me acerca. Estoy casi todo el día sedada para que los médicos puedan tratarme.
Me gustaría saber a qué tipo de tratamiento me están sometiendo, si aparentemente nadie tiene idea de mi enfermedad.
Pero nadie me contesta, es como si no me entendieran. Mi madre se pone a llorar cada vez que trato de hablar.
Ya sólo me queda escribir, en los escasos momentos en los que mi estómago parece dominar el hambre y me trae algo de paz.
No puedo comunicarme con nadie, y acabo de despertar.
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